BAJA VISIÓN EN ADAMELO
Gracias a la FAM y a su responsable de la vocalía de discapacidad Germán López, tengo la oportunidad de ascender el espolón Adamelo (200 metros, V+), en los Mallos de Riglos.
A pesar de la experiencia que voy adquiriendo en el rocódromo, no deja de generarme cierta inseguridad realizar una vía de varios largos en roca.
Llega el momento, nos presentamos en la base de la vía y German va abriendo en todo momento debido a mi dificultad en poder encontrar cada parabol. Tengo cierto nerviosismo que es apaciguado por la gran experiencia que German tiene como alpinista y escalador.
Mi forma de asegurar se basa en cómo se mueve la cuerda, y trato de prever los movimientos que German me pedirá pero, obviamente, no lo veo. En competición utilizamos comunicadores bluetooth a través de los que podemos hablar en todo momento, pero este no es el caso.
Cuando llega mi turno, noto enseguida que las posibilidades de agarre de manos y pies son muchas, y me resulta relativamente asequible ir ascendiendo, pero noto una gran diferencia de agilidad en los pies ya que no existe el contraste que hay en un rocódromo para colocarlos. Puesto que mi experiencia se basa en rocódromo, hay pasos en los que me siento más seguro cogiendo pequeños salientes de regleta que grandes volúmenes de adherencia, puesto que es a lo que estoy acostumbrado. Aunque nunca se si he elegido el mejor, dentro de las posibilidades.
El único paso que requiere algo de dificultad es un 6 A, en el segundo largo, pero he de reconocer que subiendo de segundo la parte psicológica es distinta.
Vamos ascendiendo a un buen ritmo y, en un tiempo inferior al que German había previsto, conseguimos llegar al collado en el que el ambiente alpino hace que las sensaciones sean impresionantes. A esto se suma que es una zona en la que he pasado mucho tiempo en mi infancia y siempre veía a los escaladores como superhombres, impresionado al verlos subir por esas paredes.
Dejamos abierto para siguientes jornadas hacer el ascenso al Pisón, como excusa para volver pronto.
El descenso es una parte también entretenida para mí, con largos de 25 metros y un penúltimo rapel volado de 35, que no deja de ser bonito de hacer.
Nos quedamos con ganas de volver pronto y aprovecho de nuevo para agradecerle a Germán que dedique su tiempo y esfuerzo en fomentar el deporte de montaña entre los discapacitados.
Raúl Simón Franco
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